Con referencias a las grandes preocupaciones de su pontificado, que simbolizan «el dolor en el mundo», y con meditaciones escritas por primera vez en su era por una mujer, el papa Francisco encabezó este viernes su quinto Vía Crucis en el Coliseo romano, cuyos accesos tuvieron diques de cemento para evitar ataques con camiones contra la multitud.
«La hora ha llegado. El caminar de Jesús por los caminos polvorientos de Galilea y Judea al encuentro de los que sufren en su cuerpo y en su corazón, empujado por la urgencia de anunciar el Reino, ese caminar suyo termina hoy, aquí, en la colina del Gólgota», iniciaron las meditaciones preparadas por la biblista francesa, Anne-Marie Pelletier, la primera mujer en hacerlo en el pontificado de Jorge Bergoglio, y la cuarta en la historia.
El Pontífice llegó al Coliseo apenas antes de las 21 de Roma (16 de Argentina), donde fue recibido por la alcaldesa romana, Virginia Raggi, en medio de medidas de seguridad que incluyeron el cierre de estaciones de subte cercanas, la vigilancia aérea, la multiplicación de los camiones del Ejército, y diques de cemento que, cruzados en las avenida, procuraron evitar ataques con camiones contra las multitudes.
En el inicio del recorrido de la cruz por las 14 estaciones de ‘pasión y muerte’, la meditación interpretó que bajo esa cruz se desenvuelve el presente: «con todas sus caídas y dolores; sus demandas y sus rebeliones; todo lo que hoy clama a Dios desde las tierras de miseria o de guerra, en las familias desgarradas, en las cárceles, en las embarcaciones sobrecargadas de emigrantes».
Las referencias a temas centrales del pontificado de Francisco continuaron en la cuarta estación:»Banalidad del mal (en referencia a la categoría que Ana Arendt usó para los colaboracionistas del nazismo). Son innumerables los hombres, las mujeres, incluso los niños, violentados, humillados, torturados, asesinados por todas partes y en todas las épocas de la historia».
Mientras la cruz era cargada por las estudiantes polaca Aleksandra Maga e italiana Lucia Lombardi, la meditación interpeló: «Sin refugiarse en su propia condición divina, Jesús se incluye en el terrible cortejo de los sufrimientos que el hombre inflige al hombre. Conoce el abandono de los humillados y de los más marginados. Pero, ¿de qué nos sirve el sufrimiento de otro inocente más?».
En la Quinta estación, los italianos Mario Ugolini y Liviana Ceci sostenían la cruz mientras el texto de Pelletier se refería a los presos: «Jesús cae, se levanta, vuelve a caer, retoma el agotador camino, probablemente bajo los golpes de los guardias que lo escoltan, porque así es como son tratados, maltratados, los condenados en este mundo».
Entre las medidas «extraordinarias» dispuestas por el Ministerio del Interior se establecieron detectores de metales en un primer anillo, y perros anti explosivos en la zona del histórico Coliseo.
La presencia argentina apareció en la estación 13, dedicada a María, con el correntino Ulises Zarza, que hace 12 años es miembro de la Orden Franciscana, desde que integra la custodia de Tierra Santa.
La cruz fue cargada en diversas estaciones por fieles de los tres países que Francisco anunció que visitará este año: Portugal, Egipto y Colombia.
Docente de Sagrada Escritura y Hermenéutica bíblica de la Facultad de «Notre Dame» de Paris, Pelletier recibió en 2014 el premio Ratzinger, máximo galardón a los teólogos europeos.
Antes del Vía Crucis, Francisco encabezó en la basílica de San Pedro la misa de Pasión, que recuerda la muerte de Cristo. Se postró sobre un tapete y almohadón ubicado delante del altar central, el del baldaquino del Bernini, debajo del cual está la tumba del apóstol Pedro.
La homilía la realizó el sacerdote capuchino y predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, quien, parafraseando al recientemente fallecido filósofo Zymunt Bauman destacó las virtudes de «la Cruz» en medio de «la sociedad líquida en la que vivimos».