Según un informe publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Argentina es uno de los países con menor cantidad de graduados universitarios de la región y con la mayor cantidad de recursos destinados a esta área.
Sólo un 19% de los argentinos de entre 25 y 34 años tiene sus estudios universitarios completos, un porcentaje muy inferior al 42% de media registrada en la OCDE e incluso al de otros países de América Latina. Por ejemplo, sólo Brasil tiene menos recibidos que la Argentina, con un 17% de graduados, mientras que países como Colombia, Costa Rica, México y Chile superan a la Argentina en este ranking: Chile (30%), Costa Rica (28%), Colombia (27%) y México (21%).
La cuestión se vuelve más preocupante si se tiene en cuenta que buena parte de la oferta de educación superior es pública y gratuita, y que además, los resultados del análisis de la OCDE demuestran que nuestro país es uno de los que más invierte recursos en educación: un 5,6% de su Producto Interior Bruto (PIB), frente a la media de 5,2%.
Es decir, no estamos hablando de un problema de inversión, sino de resultados. Pero, ¿por qué ocurre esto? Las respuestas a este interrogante difieren según el cristal con que se mire el problema. Algunos expertos en educación atribuyen el bajo número de egresados universitarios a la deficiente formación en el nivel medio: la escuela secundaria. Es más, la última prueba PISA realizada en el país demostró fuertes deficiencias tanto en exámenes internacionales como en tasas de escolaridad secundaria. Algunos de sus resultados fueron:
- Somos uno de los países con menor cantidad de días de clase.
- Tenemos la tasa más alta de ausentismo estudiantil. Más de la mitad de los alumnos de secundaria evaluados admitió haber faltado a clase y/o llegado tarde.
- La Argentina está entre los países que menos evalúan a sus escuelas y que menos usa los resultados de las evaluaciones. Y la evidencia muestra que los sistemas educativos que más aprovechan las evaluaciones mejoran más rápido.
Podríamos decir que estos resultados nos muestran que el problema educativo no es sólo un tema de recursos económicos, sino principalmente una problemática de índole política que requiere asumir cambios estructurales.
Lic. Yuliana Rolón