Muchos padres comparten fotos sin saber cuál será su destino definitivo. O perpetúan momentos que un chico, de adolescente, no va a querer mostrar. Tomar conciencia es fundamental.
Sabemos que existe una tendencia natural de los padres a contemplar a sus chicos con gran orgullo, por lo cual muchas veces desean compartir sus sensaciones y sentimientos a través de imágenes proyectadas en una red social mostrando, exhibiendo fotos, y avances en su crecimiento y desarrollo. De un modo tal vez inocente, los dan a conocer en estos medios sin considerar el riesgo que implica el recorrido de un espacio virtual infinito y desconocido, e ignorando el destino futuro de esas imágenes. Pensemos que los niños despiertan curiosidad y ternura, por lo que el deseo de hacer participar a amigos y parientes de estas vivencias suelen anular el suponer posibles riesgos.
El régimen de reglas para la informática carece de consolidación en nuestro país. El tema que insiste, por lo tanto es el de la dosificación de las publicaciones y comentarios fotográficos y videos, tratando de restringir en lo posible lo expuesto.
Es importante acceder al conocimiento acerca de las condiciones que aseguren cierta privacidad (que nunca es total) esperando que sólo llegue a contactos conocidos y seguros. Con todo, este modo de administración de los contenidos no suele resultar suficiente; la información puede llegar a destinos no esperados con el riesgo probable de ser utilizados con fines mal intencionados en el futuro, ya que el chico no decide qué mostrar.
Sabemos también que cuando los niños crecen, llegada la pubertad y la adolescencia, tratan de ocultar las cuestiones infantiles (fotos desnudos o semidesnudos, anécdotas graciosas) pues experimentan cierta vergüenza de las vivencias que se produjeron en momentos en que el pudor aún no se había edificado como dique ante el deseo de mostrarse, dada la etapa del desarrollo en que aparece el deseo de mostrarse desnudo o cierto desenfado, normal para esa etapa evolutiva. La viralización de esos momentos, a posteriori, los incomoda profundamente y puede generar actitudes violentas ligadas al sentimiento de impotencia frente a lo ocurrido anteriormente y que ha quedado documentado.
Las redes sociales se multiplican; lo exhibido se entrecruza; la información navega por un mundo virtual desconocido y no sabemos a qué puerto arriba y qué uso le será dado considerando que ese mundo “Cyber” suele ser violento y dañino sobre todo con los púberes y adolescentes (nativos digitales).
Es de cuidado absoluto la finalidad de las publicaciones sobre todo cuando ya lo hacen en nombre propio. Resaltamos el hecho que es imposible dimensionar el poder de estos medios.
*La doctora Felisa Lambersky de Widder es médica pediatra y psicoanalista -miembro titular (APA) y Full Member IPA- EXCoord de Depto Niños y Adolescentes de APA.
Fuente: Ámbito